
Podría estar todas las noches impregnada de esta sensación, de placer y armonía, creo que he aprendido a disfrutar mi mundo privado, mi mundo interior, que me ha conquistado y me lleva a esos viajes incansables de eternos segundos suspendidos en el aire, en donde los sueños se hacen realidad , gracias a la música he logrado despegar mis zapatos del suelo y me he elevado tan alto, que hasta el miedo se me ha ido, el vértigo se ha convertido en un condimento necesario para mi ser.
No quiero que me miren con rostro extraño, no tengan ninguna intención oculta, no escondan nada, sean en todos lados, mi futuro es incierto, mis sentimientos son confusos, mis emociones vuelan a la velocidad de un destello luminoso, mientras, yo me siento aquí a esperar que la vida transcurra y me regale rosas y melodías encantadas, vivo sumida en un espacio de tiempo, que me recuerda lo espléndido de una tonelada de paz que cargo en mis hombros y es que salir de esos recónditos parajes rodeados de espinas, dejan el temor arraigado en las venas, pero con toda la fortaleza de esos castillos que construí para mí, he podido nadar hasta el infinito para recostarme en la alfombra de algodón que me cobija cuando siento tanto pavor.
Un abrazo de aroma distinto, de cálidos respiros, de jazmines y fe, ha sido mi más inmutable escudo que no puedo abandonar, mis ropajes se sienten tan distintos, que nisiquiera quiero despojarme de ellos para dormir, quiero vivir despierta para aprovechar cada segundo en el que el mundo conspira para darme tanta seguridad, la sutileza con la que observo, cada movimiento, me mantiene atenta a cada jugada que quiera despojarme de la serenidad que he tomado para mí y aquí se quedará, no permitiré que las amenazas me quiten mi más preciada adquisición.
Yo sí que no miento...y eso es lo que más duele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario